La adaptación del Derecho español a la Directiva de Marcas de 2015, obra del Real Decreto-ley 23/2018, ha modificado la regulación de la limitación del derecho de marca relativa al uso del nombre en el tráfico económico. Si con anterioridad a ese momento la Ley de Marcas aludía al “nombre” en general, sin especificar si dicho término incluía sólo el nombre civil o patronímico o comprendía también la denominación social, con posterioridad a él exige expresamente que el “nombre” lo sea “de una persona física”. Razón por la cual está ya fuera de duda que el uso de la denominación social en el tráfico económico no constituye jurídicamente una limitación del derecho de marca. Como se infiere del título de este trabajo, el propósito principal que en él se persigue consiste en analizar este cambio normativo y las consecuencias que de él se derivan. El autor centra especialmente su atención en explicar cómo la nueva regulación de este asunto derivada del Real Decreto-ley 23/2018 representa un avance significativo en el reconocimiento de carácter distintivo a la denominación social. A su juicio, se trata de un paso al frente decisivo en el camino conducente a la industrialización de esta figura societaria, por el que ya viene transitando desde hace algunas décadas. Y es que, en efecto, a partir de estos cambios normativos parece reconocerse expresamente a todo uso de la denominación social en el tráfico económico una aptitud distintiva de las prestaciones que el ente colectivo ofrece al mercado en el ejercicio de las actividades constitutivas de su objeto social. Lo que explica, por un lado, que dicho uso no se considere una limitación del derecho de marca y, por otro y en coherencia con lo anterior, que frente a él pueda reaccionar el titular de un signo distintivo prioritario (marca o nombre comercial) mediante el ejercicio de su “ius
prohibendi”. En opinión del autor, el proceso de industrialización referido, acentuado por el Real Decreto-ley 23/2018, es inevitable, dadas las dos dimensiones que son inherentes a la denominación social: una personal o subjetiva y otra objetiva y patrimonial.

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The name as limitation of the trademark right after Royal Decree-Law 23/2018: Significant advances in the industrialization process of the company name

The adaptation of Spanish Law to the Trademark Directive of 2015, carried out by the Royal Decree-law 23/2018, has modified the regulation of the limitation of the trademark right related to the use of the name in the course of trade. Until that moment the Trademark Law referred to the “name” in general, without specifying whether that term included only the civil or patronymic name or the company name as well. Nevertheless, after that moment it expressly requires that the “name” must be “of a natural person”. Therefore, it is unquestionable that the use of the company name in the course of trade does not currently constitute a
limitation of the trademark right. As inferred from its title, this paper has the main purpose to analyze this normative change and the consequences derived from it. The author focuses on explaining how the new regulation of this issue derived from Royal Decree-law 23/2018 represents a significant advance in the recognition of a distinctive character to the company name. From his point of view, it is a decisive step in order to complete the industrialization process followed by this figure of Company Law for some decades now. In fact, from these normative changes it seems that it is expressly recognize all use of the company name in the course of trade has a distinctive aptitude in relation to the goods or services that the company offers to the market in the exercise of the activities constituting its corporate purpose. Consequently, this use is not considered a limitation of the trademark right. In addition, the holder of a previous sign (trademark or trade
name) has the right to react against it by exercising his «ius prohibendi». The author concludes that, in his opinion, the industrialization process of the comapny name, accentuated by Royal Decree-Law 23/2018, is inevitable, due to the two dimensions that are inherent to it: one personal or subjective and another objective and patrimonial.